“Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante su santo monte, porque Jehová nuestro Dios es santo” (Salmos 99:9).

CONCLUSIÓN

viernes 03 febrero, 2012

Mientras Cristo estaba ante la multitud que traficaba en el templo, “la confusión se acalló. Cesó el ruido del tráfico y de los negocios. El silencio se hizo penoso. Un sentimiento de pavor dominó a la asamblea. Fue como si hubiese comparecido ante el tribunal de Dios para responder de sus hechos. Mirando a Cristo, todos vieron la divinidad que fulguraba a través del manto de la humanidad. La Majestad del cielo estaba allí como el Juez que se presentará en el día final, [...] tenía el mismo poder de leer el alma. Sus ojos recorrían toda la multitud, posándose en cada uno de los presentes. Su persona parecía elevarse sobre todos con imponente dignidad, y una luz divina iluminaba su rostro. Habló, y su voz clara y penetrante –la misma que sobre el monte Sinaí había proclamado la Ley que los sacerdotes y príncipes estaban transgrediendo–, se oyó repercutir por las bóvedas del templo: ‘Quitad de aquí esto, y no hagáis la casa de mi Padre casa de mercado’.

“Descendiendo lentamente de las gradas y alzando el látigo de cuerdas que había recogido al entrar en el recinto, ordenó a la hueste de traficantes que se apartase de las dependencias del templo. [...] Nadie pretendió poner en duda su autoridad. [...] Los oficiales del templo, los sacerdotes especuladores, los cambistas y los negociantes de ganado huyeron del lugar con sus ovejas y bueyes, dominados por un solo pensamiento: el de escapar a la condenación de su presencia” (DTG 131, 132).

Preguntas para Dialogar:

1.En la clase, repasen las respuestas que dieron a la última pregunta del lunes. ¿Cuáles son las diferencias principales entre nosotros y un Dios santo? ¿Cómo se pueden erradicar algunas de esas diferencias?

2.Dado lo que vimos esta semana, es fácil darse cuenta por qué la justificación y satisfacción propias, acerca de la condición espiritual de uno, son un engaño peligroso. ¿Por qué?

3.Piensa en alguien que conoces y que parece “santo”: es decir, recto, honesto, puro, etc. ¿Cómo reaccionas ante esa persona? ¿Te hace sentir bien o mal?, ¿por qué?

Resumen: Sería agradable concentrarse en el amor de Dios en vez de hacerlo en su santidad, pero eso estaría lejos de la verdad. Necesitamos encontrarnos con la ardiente santidad de Dios hasta temblar ante él. Comprender la santidad de Dios y nuestra pecaminosidad nos ayuda a entender qué es la expiación, por qué la necesitamos y por qué es tan costosa.

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