“Los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el Tabernáculo, diciéndole: Mira haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte” Heb. 8:5

JESÚS COMO EL SANTUARIO

martes 08 octubre, 2013

Lee Juan 2:19 al 21. ¿Por qué el cuerpo de Cristo es comparado con el Templo? Ver también Juan 1:14.

Uno de los temas del Evangelio de Juan es que con Jesús llegó el “templo” mejor. Imágenes del tabernáculo se usan ya en Juan 1:14. Jesús es la Palabra (Verbo) que “habitó” entre los hombres, que vieron su “gloria”. La palabra griega que se usa para “habitar” (skenóo) es la forma verbal del sustantivo griego para “tabernáculo” (skéne); así, uno podría traducir el versículo diciendo que el Verbo “tabernaculó entre nosotros”. En este contexto, la palabra “gloria” recuerda la gloria de Dios que llenó tanto el tabernáculo del desierto (Éxo. 40:34, 35) como el Templo de Salomón en su inauguración (2 Crón. 7:1-3). Así, cuando Cristo vino a la tierra como humano, cumplió la promesa de habitar entre su pueblo.

Como muestran los textos mencionados, Jesús declaró ser el templo, dando a entender el fin de la importancia del templo después de su muerte (Juan 2:19-21; Mat. 27:51). Además, cuando Jesús dijo que él era el Pan de vida (Juan 6:35) y la Luz del mundo (Juan 8:12), podría haber estado señalando más allá del maná sobre la mesa, al pan de la presencia y al candelabro, objetos del el Santuario terrenal. Una referencia específica al Santuario es la designación de Jesús como el “Cordero de Dios” expiatorio, quien llevó el pecado del mundo (Juan 1:29).

“Todos los que servían en relación con el Santuario eran educados constantemente acerca de la intervención de Cristo en favor de la raza humana. Ese servicio tenía el propósito de crear, en cada corazón, amor por la ley de Dios, que es la ley del Reino divino. Las ofrendas de sacrificios habían de ser una lección objetiva del amor de Dios revelado en Cristo, la víctima doliente, moribunda, que tomó sobre sí el pecado del cual era culpable el hombre, haciéndose pecado el Inocente por nosotros”

MS 1:274

Por causa de nuestra naturaleza pecadora, es muy fácil pensar que Dios está enojado con nosotros. ¿De qué modo la revelación del amor de Dios, como se ve en la vida y la muerte de Jesús, nos ayuda a darnos cuenta, en el ámbito personal, que Dios nos ama a pesar de nuestras faltas? ¿De qué maneras debería esto animarnos a obtener victorias sobre el yo?

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