“Y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?”

Mateo 21:16

SANÓ A NIÑOS

martes 21 enero, 2014

Lee los siguientes textos: Mateo 9:18 al 26; Marcos 7:24 al 30; Lucas 9:37 al 43; Juan 4:46 al 54. ¿Qué niños fueron restaurados en estos incidentes? ¿En qué forma los trasfondos de estos niños fueron similares? ¿Qué diferencias podrías detectar? ¿Qué lecciones podemos aprender de estos textos que pueden ayudarnos hoy?

En todas estas historias, hay una similitud abrumadora: en cada caso, un padre desesperado fue a Jesús buscando ayuda para un niño. ¿Qué padre no se identificaría con ellos? ¿Qué padre no ha sentido el dolor, la angustia, el temor y el horror cuando un niño estaba muy enfermo, o aun moribundo? Para los que han estado en esa situación, no hay nada peor.

Y, aunque Jesús mismo no había sido padre, se relacionó lo suficiente con ellos, en su humanidad, y sanó a sus hijos. En cada caso hubo curación. No rechazó a ninguno. De este modo, se vio claramente su amor no solo por los padres sino también por los niños.

Por supuesto, esto conduce a muchas preguntas acerca de las oraciones y las súplicas de los padres por sus hijos que no fueron sanados. Tal vez no haya experiencia más triste que enterrar a un niño. La muerte debería reservarse para las generaciones mayores. La situación no natural de padres que lamentan la muerte de sus hijos hace que el corazón se rebele. Durante esos funerales, casi cada padre se pregunta: “¿No me debería haber tocado a mí?”

Lamentar la muerte física y observar la decadencia espiritual puede ser igualmente doloroso. ¿Cuántos padres han sufrido agonías a causa de hijos abrumados por la adicción a las drogas, la pornografía o la indiferencia adolescente? Cualquiera que sea la aflicción, debemos aprender a confiar en Dios, y en su bondad y amor, aun cuando las cosas no resultan tan felizmente como ocurre en las historias bíblicas enumeradas arriba. Elena de White, una profetisa, tuvo que sepultar a dos de sus hijos. Nuestro mundo es un lugar cruel; sin embargo, nuestro Dios es un Dios amante, y debemos aferrarnos a esa verdad no importa qué suceda.

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