"De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Rom. 7:12)

PEDRO Y LA LEY (1 Ped. 2:9)

lunes 09 junio, 2014

Pedro fue uno de los más cercanos a Jesús. Seleccionado entre los primeros, Pedro estuvo presente en muchos eventos del ministerio de Jesús. En Cesarea de Filipo, él declaró que Jesús era el Mesías; y siguió a su Salvador a la casa de Caifás la noche en que Jesús fue arrestado y juzgado. Y, en la mañana cuando el Jesús resucitado se apareció a los discípulos junto al mar, Pedro recibió instrucciones específicas con respecto al ministerio de Cristo. Cuando los primeros creyentes se reunieron el día de Pentecostés, Pedro fue el orador principal. Si la Ley se hubiera cambiado de alguna manera, Pedro lo habría sabido.

¿Qué dice Hechos 10:9 al 14 acerca de la adhesión de Pedro a la ley judía después de la ascensión de Jesús? Si Pedro pensaba así con respecto a las leyes alimentarias, ¿cuál sería su concepto acerca de la perpetuidad de los Diez Mandamientos?

Pedro recibió su visión varios años después de la ascensión de Jesús. Por la predicación de los discípulos, miles de judíos ya habían aceptado a Jesús como el Mesías. No hay nada en el registro bíblico que sugiera instrucciones en el sentido de rechazar la Ley. El incidente de Hechos 10 demuestra claramente que los primeros cristianos se identificaron plenamente con sus raíces judías.

Compara 1 Pedro 2:9 con Éxodo 19:6. ¿Cuál es el contexto de Éxodo 19:6?

Cuando Pedro se refirió a sus oyentes como un “real sacerdocio, nación santa”, habrán recordado la historia de cuando se dio la Ley en el Sinaí. Como herederos de Israel, debían cumplir los términos del pacto que estaba explícito en la Ley de Dios. Así, después de recordar al pueblo su situación, Pedro lo insta a llevar vidas justas (1 Ped. 2:11, 12). También advierte a su audiencia sobre los falsos maestros que promovían un evangelio libre de la Ley (2 Ped. 2:21; 3:2).

Recuerda la gran equivocación de Pedro y considera la gracia que, no obstante, le fue extendida. ¿Cómo podemos aprender 1) a extender esa clase de gracia a otros, y 2) a aceptar la gracia nosotros mismos cuando nos equivocamos?

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