“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”
1 Juan 3:1Revelado por el Hijo
Refiriéndose al Padre, Juan dice que “a Dios nadie le vio jamás” (Juan 1:18). Desde la caída de Adán y Eva, el pecado ha impedido que conozcamos directamente a Dios. Moisés quiso ver a Dios, pero el Señor le explicó: “No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxo. 33:20). No obstante, nuestra prioridad debería ser conocer a Dios, porque la vida eterna consiste en conocer al Padre (Juan 17:3).
¿Qué necesitamos conocer, especialmente, acerca de Dios? Lee Jeremías 9:23 y 24. ¿Por qué es importante que conozcamos esas cosas?
En el gran conflicto, Satanás dirigió su principal ataque contra el carácter de Dios. El diablo ha hecho todo esfuerzo posible para convencer a todos de que Dios es egoísta, severo y arbitrario. La mejor manera de refutar esta acusación fue vivir en esta Tierra, a fin de demostrar que era falsa. Jesús vino a representar la naturaleza y el carácter de Dios, y a corregir el concepto distorsionado que muchos se habían formado acerca de la Deidad. “El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:18).
Lee Juan 14:8 al 10. Nota cuán poco sabían los discípulos acerca del Padre después de estar con Jesús durante más de tres años. ¿Qué podemos aprender de su falta de comprensión?
Jesús quedó asombrado y triste al escuchar la pregunta de Felipe. Su tierno reproche en realidad revela su amor paciente hacia sus obtusos discípulos. La respuesta de Jesús implicaba algo así: “¿Es posible que, después de caminar conmigo, escuchar mis palabras, ver mis milagros de alimentar a las multitudes, sanar a los enfermos y resucitar a los muertos, no me conozcas? ¿Es posible que no reconozcas al Padre en las obras que él hace a través de mí?”
El fracaso de los discípulos en conocer al Padre a través de Jesús no significa que Jesús haya representado mal al Padre. Todo lo contrario, Jesús estaba seguro de que había cumplido su misión de revelar al Padre en una manera más plena de lo que jamás se había visto. Por lo tanto, pudo decir a los discípulos: “Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais [...]. El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:7, 9).