“Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca”

Santiago 5:8

TRANSPARENTE COMO LA LUZ DEL SOL

jueves 11 diciembre, 2014

Lee Santiago 5:12. Los estudiosos han estado intrigados sobre por qué Santiago hace de los juramentos un tema tan importante. Aun si la intención hubiera sido prohibir hablar de esa manera, ¿por qué es presentado como más importante que todo lo que dijo en este capítulo, o tal vez en toda su carta? ¿Es un problema tan grande? Recordemos lo que hemos visto en este estudio: Santiago no está contento con una fe superficial o una forma de religión. Está orientado hacia el evangelio, tanto que pone la norma demasiado alta para que la podamos alcanzar sin el perdón y la gracia de Dios. Nuestras palabras revelan lo que hay en nuestro corazón: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mat. 12:34). La teología de Santiago está saturada con el pensamiento de Jesús, que nos ordenó: “No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey” (Mat. 5:34, 35). Algunas personas aparentemente aun ponían los cabellos de su cabeza como garantía de sus palabras (vers. 36). Pero, Jesús dijo que todo eso era malo: “Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no” (Mat. 5:37).

Todo pertenece a Dios, incluyendo cada cabello de nuestra cabeza (¡aun si no son muchos!), así que no tenemos “derecho de empeñar cosa alguna en juramento, como si fuera nuestra, para garantizar el cumplimiento de nuestra palabra. [...]

“Todo cuanto hacen los cristianos debe ser transparente como la luz del sol. La verdad es de Dios; el engaño, en cada una de sus muchas formas, es de Satanás”

DMJ, p. 58

Claramente, Cristo no estaba prohibiendo los juramentos judiciales, porque él mismo, cuando fue puesto bajo juramento por el sumo sacerdote, no rehusó responder, ni tampoco condenó el proceso a pesar de las numerosas desviaciones de una sólida jurisprudencia (Mat. 26:63, 64).

Cuando hablamos la verdad, lo primero es que rara vez conocemos toda la verdad, aun acerca de nosotros mismos, y por eso debemos ser humildes. Segundo, cuando hablamos la verdad, debería siempre ser pronunciada con amor y para la edificación de los oyentes.

Lee Efesios 4:15 y 29; y Colosenses 4:6. Medita con oración sobre el mensaje poderoso de estos textos. Piensa en cuánto mejor sería tu vida si, por la gracia de Dios, siguieras estrictamente estas amonestaciones.

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