“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús [...]. No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” Gál. 3:26-28

PERSISTENTES EN LA ORACIÓN, DABAN CON SACRIFICIO

jueves 07 mayo, 2015

Lucas muestra cómo Jesús se ocupó de dos viudas para enseñar importantes verdades espirituales.

En el primer caso (Luc. 18:1-8), Jesús habló de una viuda pobre e impotente que, en su lucha por justicia, era molestada por un juez malvado y poderoso. Ella era víctima de fraude e injusticia, y no obstante creía en el mandato de la ley y la justicia. Pero, el juez no creía en Dios y estaba en contra de la gente, y por ello no se preocupaba por ayudar a esta viuda. Atender a las viudas es un requisito bíblico (Éxo. 22:22-24; Sal. 68:5; Isa. 1:17), pero el juez se deleitaba en ignorar la ley. Sin embargo, la viuda tenía un arma: la perseverancia, y con ella cansó al juez y obtuvo de él justicia.

La parábola enseña tres lecciones importantes: 1) orar siempre y nunca desanimarse (Luc. 18:1); 2) la oración cambia las cosas, aun el corazón de un juez malvado; y 3) la fe persistente es una fe que conquista. La verdadera fe tiene consejo eterno para cada cristiano: nunca abandones, aun si eso significa esperar la vindicación final cuando “venga el Hijo del Hombre” (vers. 8).

El segundo caso (Luc. 21:1-4; Mar. 12:41-44) se presenta justo después de que Jesús terminó de denunciar la hipocresía religiosa, y la pretensión de los escribas y los dirigentes que estaban en el Templo. Jesús señaló, en un marcado contraste con ellos, a una pobre viuda que revelaba la naturaleza de la religión genuina.

Jesús describió a algunos de los dirigentes religiosos como que “devoran las casas de las viudas” (Luc. 20:47), y que violan el mandato bíblico de cuidar de las viudas y los pobres. Como hoy, muchos ofrendaban solo para parecer piadosos; y peor aún, lo que daban lo daban de sus propios excedentes. Sus ofrendas realmente no involucraban ningún sacrificio personal. En contraste, Jesús les pidió a sus discípulos que consideraran a la viuda como el modelo de la verdadera religión, porque ella había dado todo lo que tenía.

La exhibición era el motivo del primer grupo; el sacrificio y la gloria de Dios eran el motivo de la viuda. El reconocer que Dios era el dueño de todo lo que ella tenía y el servirlo con todo lo que tenía fue lo que impulsó a la viuda a dar sus dos blancas. Lo que vale ante la vista del Creador, que todo lo ve, no es lo que damos sino por qué lo damos; no cuánto damos, sino cuál es la medida de nuestro sacrificio.

¿Cuánto te sacrificas por el bien de otros y por la causa de Dios?

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