“Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Luc. 4: 27).

UNA TESTIGO INVEROSÍMIL

lunes 13 julio, 2015

Lee 2 Reyes 5:1 al 7. ¿Qué se cuenta en este pasaje? ¿Por qué los sirios habrán escuchado lo que esta esclava cautiva tenía para decir? ¿Cuáles podrían ser las implicaciones de lo que sucedía?

La Biblia no nos da detalles de cómo esta niña actuaba en el hogar, pero había algo en ella que captó la atención de la familia. Piensa en esto: por la palabra de esta niña cautiva en esa casa, un líder militar rico y poderoso fue a su rey, le contó lo que ella le había dicho, y el rey le dio permiso para ir. Más aún, lo cargó con regalos para llevar al profeta. Obviamente, sucedieron más cosas de las que se indican en los textos. No obstante, el agente para plantar el conocimiento de Dios en el gobierno de Siria fue esta esclava niña hebrea, de la que no se sabe ni el nombre, que había sido cruelmente arrancada de su hogar por una incursión militar. En lugar de abatirse por la crueldad de ese acto y por su esclavitud, ella compartió su fe inconmovible en el poder que Dios tiene para cambiar vidas, y quien obraba por medio del profeta Eliseo en Samaria (vers. 3). Así como Daniel y sus compañeros en Babilonia, ella fue capaz de transformar su propia adversidad en una manera de glorificar a Dios, y de este modo Dios transformó su cautividad en una oportunidad de compartir su fe. Según Elena de White, “la conducta de la niña cautiva en aquel hogar pagano constituye un testimonio categórico del poder que tiene la primera educación recibida en el hogar” (PR 184).

¿Qué debe decirnos esto acerca del modo en que nuestra fe, nuestro estilo de vida y nuestras acciones pueden atraer a otros hacia las verdades que se nos han confiado?

Lo que también intriga en esta historia es la reacción del rey de Israel al recibir la carta. ¿Soy yo Dios? ¿Puedo sanar la lepra? Sus palabras revelan cuán temida era esta enfermedad y por qué solo un milagro podría producir una curación. Por cualquier razón que fuere, la carta implicaba la expectativa de que el rey debía dar la sanidad. Él sabía que no podía hacer eso, y así pensó que era solo una trampa para producir dificultades.

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