“He aquí mi siervo, a quien he escogido; mi Amado, en quien se agrada mi alma; pondré mi Espíritu sobre él, y a los gentiles anunciará juicio” (Mat. 12:18).

LA MUJER SAMARITANA

domingo 16 agosto, 2015

En tiempos de Jesús, el antiguo Israel se dividía en tres provincias: Galilea, Samaria y Judea. Samaria estaba situada entre Galilea y Judea. Los samaritanos adoraban al Dios de Israel, pero también adoraban a dioses paganos importados de países extranjeros. Como campo misionero inicial, Samaria era ideal para los apóstoles, porque geográficamente estaba cerca de Israel.

Lee Juan 4:4 al 30. ¿Qué podemos aprender de esta historia acerca del modo en el que Jesús testificaba a los no judíos? ¿En qué aspectos Jesús se salió de los límites de la tradición a fin de alcanzar a esta mujer?

La mujer samaritana estaba alerta, bien informada acerca de la historia de su pueblo, e hizo preguntas inteligentes. Ella dirigió la conversación con sus preguntas. Sin embargo, Jesús eligió de sus preguntas y afirmaciones aquello que podría beneficiar espiritualmente a la mujer. El único punto donde Jesús cambió la conversación fue cuando le pidió que trajera a su esposo, sabiendo que ella no estaba casada, pero que había estado con varios hombres. Por supuesto, pedirle que hiciera eso abrió el camino para que él se acercara a ella, por incómoda que se encontrara. No obstante, al hacerlo, pudo testificar de una manera poderosa.

Además, no debemos perder de vista lo que dice en Juan 4:27. Los discípulos se sorprendieron de que Jesús hablara con esta mujer extranjera. Jesús transgredió unas pocas costumbres judías: primero, pedirle a una mujer samaritana que le diera de beber; segundo, estar a solas con ella. En Israel, un hombre nunca debía ser visto a solas con una mujer, a menos que fuera miembro de su familia. Jesús seguía la costumbre judía cuando estaba en Israel. Sin embargo, en Samaria, se encontraba fuera del territorio judío y no estaba atado a sus tradiciones aun cuando, como vimos en otra parte, Jesús distinguía entre tradiciones humanas, y los mandatos y los preceptos de Dios.

¿Cuán lejos de tu “zona de confort” estás dispuesto a ir a fin de ministrar a otros? ¿Cuán lejos debes ir?

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