“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jer. 1:5).

EL LLAMAMIENTO PROFÉTICO DE JEREMÍAS

martes 29 septiembre, 2015

Lee Jeremías 1:1 al 5. ¿Qué nos enseña acerca del llamamiento de Jeremías?

Así como otros profetas del Antiguo Testamento (y como Pablo en el Nuevo; ver Gál. 1:1; Rom. 1:1), Jeremías no tuvo dudas con respecto a quién lo llamaba. En estos versículos, y en realidad en todo el libro de Jeremías, queda claro que hablaba “la palabra de Jehová”, que había venido a él. Sin duda, esta ferviente convicción es lo que lo capacitó para seguir adelante, a pesar de la dura oposición, y los trabajos, sufrimientos y pruebas.

El llamamiento de Jeremías ocurrió en el decimotercer año del reinado de Josías, datado alrededor de los años 627/626 a.C. No sabemos la fecha exacta en que nació el profeta, o su edad al comienzo de su ministerio; pero, como veremos, se consideraba todavía niño, alguien demasiado joven para la tarea que se le encargaba.

Lee Jeremías 1:4 y 5. ¿Qué seguridad y consuelo debió haber recibido él de esas palabras?

El llamamiento profético de Jeremías ocurrió antes de su nacimiento. Dios lo separó desde el momento de su concepción para esta función profética. Las palabras traducidas como “te santifiqué” (vers. 5) provienen de un verbo que significa “ser santo” o “santificar”, entre otras cosas. Decididamente, tiene una connotación sagrada y religiosa, ligada también con el mismo servicio del Santuario. De hecho, la palabra para “santuario” viene de la misma raíz. La idea contenida en ella es algo o alguien “puesto aparte para un propósito santo”. Esto es lo que Dios tenía planificado para Jeremías, aun antes de su nacimiento. Estos textos no enseñan la preexistencia o predestinación, sino el preconocimiento de Dios.

Dios sabe el fin desde el principio. ¿Qué consuelo podemos obtener en medio de las pruebas que inevitablemente afrontamos?

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