“Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Luc. 9:23).

GUERRA A LOS PROFETAS

martes 24 noviembre, 2015

Las malas noticias son malas y, a menudo, no queremos escucharlas o deseamos racionalizarlas. Tal fue el caso aquí en Judá, cuando Jeremías y el yugo que llevaba encima eran un mensaje inequívoco de advertencia. “El asombro de los congregados representantes de las naciones no conoció límites cuando Jeremías, llevando un yugo sobre el cuello, les hizo conocer la voluntad de Dios” (PR 327).

Lee Jeremías 28:1 al 9. Imagínate que eres un habitante de Judea observando lo que pasa. ¿A quién creerías? ¿A quién quisieras creer? ¿Qué razón tendrías para creer en Hananías en vez de creer en Jeremías?

Jeremías levantó su voz en el nombre de Dios y Hananías también habló en el nombre de Dios. Pero ¿quién hablaba por Dios? ¡No podían ser ambos! Para nosotros hoy, la respuesta es obvia. Para alguno de ese tiempo, podría haber sido más difícil, aun cuando Jeremías presentó un punto fuerte en los versículos 8 y 9: los profetas en el pasado predicaron el mismo mensaje que yo, de juicio y condenación.

“En presencia de los sacerdotes y del pueblo, Jeremías les rogó que se sometiesen al rey de Babilonia por el plazo que el Señor había especificado. Citó a los hombres de Judá las profecías de Oseas, de Habacuc y de Sofonías, y de otros cuyos mensajes de reprensión y amonestación habían sido similares a los propios. Les recordó acontecimientos que habían sucedido en cumplimiento de profecías relativas a la retribución por el pecado del cual no se habían arrepentido. En lo pasado, los juicios de Dios habían caído sobre los impenitentes en cumplimiento exacto de su propósito tal como había sido revelado por intermedio de sus mensajeros” (PR 327, 328).

Así como hoy debemos aprender lecciones de la historia sagrada, Jeremías procuraba conseguir que el pueblo de su época hiciera lo mismo: aprender del pasado, a fin de no cometer los mismos errores que cometieron sus antepasados. Si había sido duro para ellos escucharlo antes, ahora, con el “ministerio” de Hananías para contrarrestarlo, la tarea de Jeremías era mucho más difícil.Hananías, cuyo nombre significa “Dios tuvo mucha gracia”, parecía presentar un mensaje de perdón y de salvación. ¿Qué lecciones debemos aprender de este falso predicador de gracia?

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