“He aquí vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra” (Jer. 23:5).

EL REMANENTE

jueves 24 diciembre, 2015

“Durante los años finales de la apostasía de Judá, las exhortaciones de los profetas parecían tener poco efecto; y cuando los ejércitos de los caldeos vinieron por tercera y última vez para sitiar a Jerusalén, la esperanza abandonó todo corazón. Jeremías predijo la ruina completa; y porque insistía en la rendición se lo arrojó finalmente a la cárcel. Pero Dios no abandonó a la desesperación completa al fiel residuo que quedaba en la ciudad. Aun mientras los que despreciaban sus mensajes lo vigilaban estrechamente, Jeremías recibió nuevas revelaciones concernientes a la voluntad del Cielo para perdonar y salvar, y ellas han sido desde aquellos tiempos hasta los nuestros una fuente inagotable de consuelo para la iglesia de Dios” (PR 343, 344).

Aún en medio de la apostasía generalizada y la derrota, Dios siempre tuvo un pueblo fiel, aunque pequeño en número. Como en el caso de muchos de los profetas, una buena parte del énfasis de Jeremías fue sobre la apostasía y la infidelidad –porque de esas cosas quería Dios salvar al pueblo−; a lo largo de la historia sagrada, Dios siempre tuvo un remanente fiel, y esto seguirá hasta el fin del tiempo (ver Apoc. 12:17).

¿De qué modo el concepto de remanente está expresado en Jeremías 23:1 al 8? ¿De qué forma se aplica esto en los tiempos del Nuevo Testamento? (Ver también Jer. 33:14-18.)

En los versículos 5 al 7, los eruditos han visto una profecía mesiánica de redención para el pueblo fiel de Dios. Aunque es cierto que, después del exilio babilónico, un remanente volvió, no fue un retorno glorioso. Sin embargo, los propósitos de Dios se cumplirán por medio del linaje de David, por medio del “renuevo justo”, el Rey que un día reinará.

Esta profecía tuvo un cumplimiento parcial en la primera venida de Jesús (ver Mat. 1:1; 21:7-9; Juan 12:13), y tendrá su cumplimiento final en la Segunda Venida (ver Dan. 7:13, 14), cuando todo el pueblo el de Dios, su verdadero remanente, morará para siempre en paz y seguridad. La redención, simbolizada por el Éxodo desde Egipto, será final, completa y eterna.

¿En qué fijas tus esperanzas? ¿Cómo puedes aprender a confiar más y más en las promesas de Dios y su cumplimiento en tu propia vida? ¿Qué tienes fuera de ellas?

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