“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Gén. 28:15).

CAÍN Y ABEL

domingo 10 enero, 2016

Lee Génesis 4:1 al 15. ¿Qué nos dice acerca de cuán profundamente ha llegado a arraigarse el pecado?

Eva estaba extasiada cuando nació Caín. Creía plenamente que acababa de dar a luz al Libertador prometido en Génesis 3:15. “Por voluntad de Jehová he adquirido varón” (Gen. 4:1). Una traducción literal del texto dice: “He hecho a un hombre, el Señor”. Esto revela que Eva pensó que había traído a Aquel que Dios le había prometido (Gén. 3:15).

No se dice nada de la niñez de Caín, ni de estos nuevos padres gozando su primer bebé. La narración salta a un segundo nacimiento y, luego, a los dos jóvenes en adoración. Sin embargo, a veces las diferencias acerca de la adoración llevan a la tragedia.

Lee Génesis 3:9 y 10, y 4:9. Compara la reacción de Adán con la reacción de Caín cuando Dios los interrogó después de pecar. ¿Qué tienen de similar? ¿Qué tienen de diferente?

Nota las diferencias en las emociones de Adán comparadas con las de Caín. Adán parece confundido, asustado y avergonzado (Gén. 3:10), pero Caín está enojado (Gén. 4:5), es cínico y rebelde (vers. 9). En lugar de ofrecer una excusa como hizo Adán, Caín dice una mentira flagrante.

Pero, aun en la desesperación, surge cierta medida de esperanza. Con el nacimiento de Set, Eva otra vez cree que ha engendrado al Prometido (Gén. 4:25). El nombre “Set” viene de una palabra que significa “poner o ubicar”, la misma palabra usada en Génesis 3:15 para indicar a un Libertador que sería puesto para desafiar a la serpiente y aplastar su cabeza. En un paralelo adicional a Génesis 3:15, Eva describe a su nuevo hijo como “otro hijo” (“otra simiente”, VM) para remplazar a Abel. De este modo, a medida que el Gran Conflicto entre el bien y el mal continúa, las personas todavía se aferran a la esperanza de la redención. Sin ella, ¿qué nos queda?

Imagínate el dolor de Adán y de Eva por la muerte de su hijo, agravado por el hecho de que su otro hijo lo había matado. De este modo, perdieron a los dos. Nosotros, ¿hemos aprendido la dura lección de que el pecado tiene consecuencias mucho más allá del pecado inmediato?

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