“Que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna” (Sal. 146:7-9).

Conclusión

viernes 15 julio, 2016

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “La ley dada a Israel” y “Dios cuida de los pobres”, Patriarcas y profetas, pp. 310-324, 570-577.

Los conceptos de justicia y misericordia se ven a través de todo el Antiguo Testamento. Considera, por ejemplo, Deuteronomio 24:10 al 22. Nota las instrucciones específicas dadas en esos casos. Podemos ver, claramente, la preocupación divina por los pobres, los trabajadores, los que tienen deudas. Esta preocupación no está expresada meramente en lenguaje abstracto y elevado acerca del cuidado de los menos afortunados; en cambio, por lo menos aquí, también se expresa en instrucciones prácticas y concretas acerca de qué hacer y qué no hacer en circunstancias específicas, como el caso de un deudor o de un obrero pobre. Estos conceptos son demasiado importantes para dejarlos librados a la interpretación personal según la idea que cada uno tiene sobre la justicia y la benevolencia. Nota, además, la forma en que el Señor les recuerda el lugar en el que estuvieron una vez, cuando ciertamente se encontraban entre los menos afortunados. “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto; por tanto, yo te mando que hagas esto” (Deut. 24:22). Como cristianos, debemos tener siempre presentes la gracia y el favor inmerecidos que Dios nos otorgó, no importa cuál sea nuestra situación nanciera. De este modo necesitamos, por las riquezas y la abundancia de lo que tenemos en Cristo (Efe. 3:19; Col. 2:10), estar listos para servir y ayudar a quienes necesitan nuestro servicio y ayuda.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿De qué manera la afirmación del cuarto Mandamiento, de que los siervos deben descansar los sábados, reafirma la idea de la igualdad de toda la humanidad ante Dios? Además, ¿debería esto ayudarnos a comprender, en general, de qué forma debemos tratar con justicia a quienes trabajan para nosotros o a aquellos que, hasta cierto punto, están bajo nuestro control? A su vez, ¿en qué sentido la universalidad de lo que Cristo hizo en la cruz revela aún más fuertemente la igualdad de todos los seres humanos ante Dios?
  2. “Cuando la mente de Cristo llega a ser nuestra mente, y sus obras nuestras obras, podremos ayudar como lo describe el profeta Isaías: ‘¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión [...]?’ (Isa. 58:6). Determina qué necesitan los pobres y sufrientes; luego, con amor y ternura, ayúdalos a cobrar ánimo, y a tener esperanza y confianza, compartiendo con ellos las cosas buenas que Dios te ha dado”.−Elena de White, Pacific Union Recorder, 21 de julio de 1904. ¿Cómo hacemos esto? Es decir, ¿de qué manera compartimos lo que se nos ha dado en Cristo en una forma tangible que realmente ayude a los necesitados?

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