“He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isa. 25:9).

TRIUNFO FINAL DE SION (ISA. 24–27)

jueves 04 febrero, 2021

Después de las predicciones en contra de algunas naciones en Isaías 13 al 23, Isaías 24 al 27 describe a escala mundial la derrota culminante de los enemigos de Dios y la liberación de su pueblo.

¿Por qué la descripción que hace Isaías de la desolación de la Tierra (Isa. 24) se asemeja a la descripción que hace Juan de los acontecimientos relacionados con los mil años posteriores a la segunda venida de Cristo (Apoc. 20)?

Al igual que en Isaías 13 y 14, los aspectos de la Babilonia literal se aplican a los poderes posteriores, y el “rey de Babilonia” representa la fusión de los gobernantes humanos con la mente maestra que está detrás de ellos, Satanás mismo. Por lo tanto, el mensaje de que Babilonia ha caído (Isa. 21:9) puede repetirse posteriormente (Apoc. 14:8; 18:2), y Satanás finalmente es destruido después de la segunda venida de Cristo (Apoc. 20:10). Mientras que la destrucción de la Babilonia literal fue un “día [de juicio] de Jehová” (Isa. 13: 6, 9), otro “día grande y espantoso de Jehová” (Joel 2:31; Mal. 4:5; comparar con Sof. 1:7) está en camino.

¿Realmente Dios destruye a los impíos?

Presta atención a Isaías 28:21, donde la obra de destrucción de Dios es su extraña “obra”. Es extraña para él, porque no quiere hacerlo; sin embargo, es una acción o una obra. Es cierto que el pecado lleva las semillas de la autodestrucción (Sant. 1:15). Pero, debido a que Dios tiene el poder supremo sobre la vida y la muerte, y determina el momento, el lugar y la forma de la destrucción final (Apoc. 20), no tiene sentido argumentar que él finalmente acaba con la maldición del pecado de una manera pasiva, simplemente permitiendo que causa y efecto sigan su curso natural.

Lo que vemos en Isaías 24 al 27 es lo que se refleja en toda la Biblia, y es que más allá del sufrimiento, el dolor y la desolación actuales, finalmente Dios y la bondad triunfarán sobre el mal. Entonces, ¿qué es lo único que podemos hacer si nosotros mismos queremos ser parte de esa victoria final? (Proverbios 3:5–7; Romanos 10:9).

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