¿En qué radica la importancia de la adoración?
Jose Mercedes Espinosa
Nuestro destino eterno está determinado por lo que adoramos. Aunque aparentemente hay muchos objetos de adoración y podemos ser atraídos por uno o por otro, en el fondo de toda adoración sólo hay dos opciones: Dios o Satanás. El mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14: 6 al 12 es un llamado a adorar a Dios (Apoc. 14:7) y una advertencia a no adorar a "la bestia" (Apoc. 14:9-11). Esta entidad llamada "la bestia" es un agente del dragón (Apoc. 13:4) el cual es identificado claramente como Satanás (Apoc. 12:9). Al final del tiempo los que adoran a Dios tendrán escrito en su frente el nombre de Dios (Apoc. 14:1), cantarán un canto nuevo delante del trono de Dios (Apoc. 14:3) y el Cordero (Jesús) los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas de vida (Apoc. 7:17). Por otro lado, los que adoran a la bestia y al dragón tendrán en su frente el nombre de Babilonia, símbolo de la maldad y la rebelión contra Dios (Apoc. 17:5), beberán el vino de la ira de Dios y serán atormentados con fuego y azufre (Apoc. 14:9 y 10).
La lección de esta semana considera la adoración en el tiempo del profeta Elías, cuando los principales rivales del Dios creador, en cuanto a la adoración, eran Baal y Asera (Asherah, en hebreo). Baal significa dueño o señor (Oseas 2:16) y era la principal deidad masculina de los cananeos. Asera era la contraparte femenina de Baal, la diosa de la vegetación y de la fertilidad; además era considerada la amante de los dioses. La adoración a estas deidades incluía las relaciones sexuales licenciosas y la prostitución sagrada (2 Reyes 27:3 y Oseas 4:12 y 13).
Si Baal significa dueño o señor fácilmente el pueblo podría pensar que era una representación del Dios verdadero, también llamado Señor. Además, estando rodeados de tantos pueblos que adoraban al señor de una forma que complacía los sentidos, para los israelitas resultaba atractivo el culto a estas deidades. Naturalmente la adoración a Baal era la mayor apostasía, corrupción e inmoralidad en la que cayó el pueblo. Dios trató de que no se nombrara más, entre Israel, a Baal al declarar que ya no lo llamaran Baali (mi señor) sino que lo llamaran Ishi (mi marido) para quitar de su boca los nombres de los baales (Oseas 2:16 y 17). En forma particular, por medio del profeta Elías llamó a su pueblo al arrepentimiento con las memorables palabras: "¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él" (1 Reyes 18:21).
La adoración a Baal apelaba a los sentidos más que a la razón y al entendimiento, era una adoración eufórica como se expresa en las actitudes del sus profetas en el monte Carmelo. "Andaban saltando… clamando a grandes voces… gritando frenéticamente" (1 Reyes 18: 26-29). En nuestros días Satanás también está promoviendo una adoración que apela a los sentidos y que aparentemente está dirigida al Dios verdadero. En muchos cultos evangélicos podemos observar las mismas actitudes de los profetas de Baal: saltos, grandes voces y gritos frenéticos, y fácilmente podemos confundirnos como los israelitas antiguos. Dios nos llama a una adoración "en espíritu y en verdad" (Juan 4:23). El apóstol San Pablo declara: "… cantaré con el espíritu, pero también cantaré con el entendimiento" (1Cor. 14:15). Entonces, como él mismo afirma "Dios no es Dios de confusión, sino de paz … " (1Cor. 14:33).
En este tiempo del fin Dios nos llama a reflexionar sobre la verdadera adoración, ya que fácilmente podemos caer en el engaño satánico de una adoración que apele solamente a los sentidos, como la que se ofrecía a Baal. La adoración que Dios enseñó a su pueblo era gozosa (Levítico 23.40) y a la vez solemne (Levítico 23:44). Porque, si bien, nos gozamos por lo que Dios ha hecho por nosotros, nos aproximamos a él no como nuestro igual, sino como la majestad del cielo, como nuestro Creador y Redentor a quien debemos reverenciar y darle gloria (Apoc. 14:7).