¡Que nada os falte en ningún don!
Javier Pastrana
Si hay una iglesia que tiene todo el derecho bíblico de hablar con toda libertad del Espíritu Santo y los dones, es la Iglesia Adventista del Séptimo Día. En estos momentos hablamos de reavivamiento y reforma. Con ello no debemos dar la idea de que no tenemos el Espíritu Santo. ¡Eso no es cierto! El Espíritu de Dios ha estado desde la gestación profética de esta Iglesia formándola, capacitándola y guiándola hasta su glorioso escatón.[1]
Al hablar de los dones espirituales, es interesante observar que de las listas que ofrece el apóstol Pablo, ninguna es completa, es decir absoluta (Ver 1 Cor. 12:8-10; 28-30; Rom. 12: -8; Efe. 4:11). En ellas Pablo no se propone dar una "división sistemática, sino que se enfatiza en la gran diversidad de dones y ministerios que Dios ha dado a la iglesia".[2] Cada una tiene diferentes perspectivas de los dones espirituales en beneficio de su pueblo. En ningún momento se insinúa o pretende que estos dones eran exclusivos para los discípulos. Los dones no estaban limitados a la Iglesia Primitiva. Estos son para los cristianos de todas las épocas. Precisamente el mismo apóstol Pablo asegura: «…de tal manera que nada os falta en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo» (1Cor. 1:7 la cursiva ha sido añadida).
Estos dones permanecen en los cristianos hasta la segunda venida de Cristo. George Ladd comenta: "La nueva actividad del Espíritu implica una morada permanente en el pueblo de Dios".[3]
El gran propósito de los dones
El propósito de los dones del Espíritu es evidente. Está justamente en el texto para memorizar en esta semana: «…a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Efe. 4:12 la cursiva ha sido añadida). El propósito de estos dones, consiste, por así decirlo, en construir la Iglesia. El Espíritu Santo desarrolla a través de los dones la capacidad de sus miembros. Por lo tanto si la Iglesia existe, con ella están todos los dones del Espíritu Santo.
La medida de los dones espirituales.
Al hablar del don de apóstoles, profetas, lenguas o incluso sanidad, nos parece extraño e incompatible con nuestra "cultura eclesiástica". Quizás hasta hemos razonado que los dones espirituales fueron solo para el "lanzamiento" de la Iglesia de Cristo. Una vez que esta se ha dado a conocer, los dones (o al menos algunos) ya no serían necesarios. Sin embargo, hemos confirmado que al pueblo de Dios "ningún don" le ha de faltar mientras espera a su glorioso Redentor. No obstante, el Espíritu Santo es quien determina cuándo, dónde y en qué medida va a actuar.
No corresponde a ningún ser humano manipular los dones del Espíritu Santo. Elena G. White advierte: "No podemos nosotros emplear el Espíritu Santo; el Espíritu es quien nos ha de emplear a nosotros".[4]
El gran escatón de los dones espirituales.
A través de la historia podemos observar que ha habido ciertas épocas en la que los dones de Dios se intensificaron. Por ejemplo: En la experiencia de Egipto. Todos los dones están ahí al alcance y a favor del pueblo de Dios. La pregunta es: ¿Por qué?... Dios quería demostrar que él es el gran YO SOY. Que ese pueblo "insignificante" al que los egipcios llaman esclavos, son el verdadero Pueblo de Dios.
Para observar otra intensificación de los dones, tendríamos que ir hasta los días de Elías y Eliseo. Esta es una época de gran apostasía. El Baalismo ha llegado a ser la religión oficial. Dios nuevamente interviene como el gran YO SOY. Valida los mensajes de sus siervos con grandes señales y prodigios.
Ahora, necesariamente tendríamos que ir hasta la época de Jesús. El Dios-Hombre se presenta como el gran YO SOY. Es en medio de una generación escéptica donde sus mensajes son validados con manifestaciones extraordinarias pues «tiene poder…» (Luc. 12:5).
Los dones espirituales serán intensificados en el tiempo final. Se avecina un tiempo de gran apostasía mundial. Dios demostrará nuevamente que él es el gran YO SOY. Su ley y su carácter han de ser vindicado. Para ello anticipamos una intensificación de los dones espirituales en medio de su pueblo. El pueblo de Dios no será desamparado. Su iglesia ha de actuar «con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios» (Rom. 15:19).
Mientras tanto, hoy, ahora mismo, están ocurriendo milagros. Hechos extraordinarios en muchas partes del mundo. ¡El Espíritu Santo está con nosotros! Tu mismo eres un testimonio del poder de Dios. Sus dones están a nuestro auxilio. Pero esperamos y anhelamos el gran escatón de los dones espirituales. Esa intensificación a la que llamamos "lluvia tardía".
Mientras tanto gocémonos con la medida de los dones que se nos ha concedido y utilicémoslos según el propósito de Dios.
[1]Palabra griega ἐσχάτων. Lo que está de último o al final (Ver Lucas 14:9, Juan 6:39). Eventos que suceden en el tiempo del fin (Ver Apoc. 1:17).
[2]Herman Ridderbos, El pensamiento del apóstol Pablo (Gran Rapids, Michigan, Desafío, 2000) p. 580.
[3]George Ladd, Teología del Nuevo Testamento (Terrassa: Editorial Clie, 2002) p. 416.
[4] Elena G de White, Obreros evangélicos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1977) p. 302.