FAVORITISMO VERSUS DISCIPULADO

Marco T. Terreros

sábado 22 de febrero, 2014

         Sobre una de las paredes al entrar al edificio de la Facultad de Administración de Negocios, en Andrews University, puede leerse una inscripción que contiene, entre otras, las siguientes palabras:  “Cuando hayas entrado en la buena tierra que el Señor te da, no digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza, sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él es quien te da el poder para hacer las riquezas.”

         Tomadas del capítulo ocho de Deuteronomio, esta apelación fue dirigida al  pueblo de Israel justo antes de su entrada a la Tierra Prometida. Contienen una advertencia sabia y práctica ya que uno de los peligros que frecuentemente acechan a los hijos de Dios, es que al verse rodeados por la riqueza, lleguen a desconocer a Dios. Es esa la razón por la cual el sabio oró: “No me des pobreza ni riquezas sino sólo el pan de cada día. Porque teniendo mucho, podría desconocerte y decir: ‘Y quién es el Señor?’” (Prov. 30:8-9),[i] olvidando quién es la verdadera fuente de su abundancia.

         Por supuesto, tal olvido es un engaño. Jesús lo llamó “el engaño de las riquezas” (Mar. 4:19). Sin embargo, quiero invitarte a pensar en que el engaño de las riquezas puede afectar no solamente a quienes las buscan o ya las poseen. También puede afectar a quienes nos relacionamos con quienes las poseen.

         No tiene que ser así, pero mientras que para quienes son ricos, y/o famosos, las riquezas pueden llegar a convertirse en un amo (ver Luc. 16:13), cuando quienes buscamos discípulos para Cristo nos encontramos con evidencias de fama o de riquezas, estas pueden inducirnos a actuar con favoritismo antes que con verdadero amor cristiano.

         El apóstol Santiago escribe: “Hermanos míos, la fe que tienen en nuestro glorioso Señor Jesucristo no debe dar lugar a favoritismos. Supongamos que en el lugar donde se reúnen entra un hombre con anillo de oro y ropa elegante, y entra también un pobre desarrapado. Si atienden bien al que lleva ropa elegante y le dicen: ‘Siéntese usted aquí, en este lugar cómodo,’ pero al pobre le dicen: ‘Quédate ahí de pie’ o ‘Siéntate en el suelo, a mis pies,’ ¿acaso no hacen discriminación entre ustedes, juzgando con malas intenciones? (Sant. 2:1-4).

         El favoritismo, en realidad una especie de discriminación, puede apelar al egoísmo del hombre, pero no a su razón. Y en lugar de favorecer el discipulado, el favoritismo milita contra él porque:

·         Es lo opuesto a la demostración de justicia y equidad

·         Va en contra de la demostración de la compasión requerida por el evangelio

·         Es una exhibición de la pobre calidad del carácter de quien lo practica

·         Aunque puede halagar el deseo de superioridad y de reconocimiento en el corazón no convertido, no testifica a favor de la superioridad del Cristianismo, ni sobre el paganismo ni sobre ninguna otra religión.

·         Aún las personas ricas y famosas serán tocadas más profundamente por el amor genuino del cual sean receptores o testigos, que por el favoritismo adulador de que tan frecuentemente son objeto.

·         Practicarlo es incurrir en violación del espíritu de la ley: “Hacen muy bien si de veras cumplen la ley suprema de la Escritura: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo;’ pero si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores. Porque el que cumple con toda la ley pero falla en un solo punto ya es culpable de haberla quebrantado toda” (Sant. 2:8-10). Generalmente usamos el último versículo para defender el sábado—y no está mal que lo hagamos—pero puedes notar que el contexto es otro.

         Quienes intentamos discipular debemos estar conscientes de estas realidades y, consecuentemente, actuar en armonía con ellas. Alguien ha dicho que “hay personas tan, pero tan pobres, que lo único que poseen es dinero.” Y, tomando estas palabras por su lado positivo, debemos estar siempre en la disposición de tratar aún a esas personas con compasión Cristiana, pues “habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión” (vers. 13).

         El seguir el consejo bíblico y actuar con amor Cristiano no excluye el buen trato que las personas importantes deben recibir. Lo que sí excluye es la falta de disposición a tratar igualmente bien a los más humildes y menos favorecidos de la sociedad. Creo que tendríamos más éxito en alcanzar a los ricos y famosos para Cristo siendo amables para con todos (incluyéndolos a ellos), que siendo amables solamente para con ellos (2 Tim. 2:24).



[i] Todas las referencias bíblicas han sido citadas de la Nueva Versión Internacional de las Sagradas Escrituras.