La fecha de la venida de Jesús
Juan José Andrade
Sin duda, el más extraordinario y esperado de los eventos finales, es la venida de Jesús, ¿Verdad?. A lo largo del tiempo los cristianos, movidos por este excelso deseo han intentado calcular la fecha de su venida; pese a que las Escrituras dicen:
"Pero del día y la hora nadie sabe, ni aún los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre" (Mt. 24: 36).
El evangelio de Marcos, que también registra esta declaración, agrega todavía un elemento más contundente que no presenta Mateo, por lo menos tan claro como Marcos, pues dice que ni aún Jesús lo sabe:
"Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aún los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre".(Mr. 13: 32).
¿Cómo pues es que ha sucedido esto de fijar fechas? Bueno, lo cierto es que también la Biblia dice, y nos lo recuerda la lección de esta semana, que los cristianos no debemos ser tomados por sorpresa en relación a la venida de Jesús, sino que tenemos suficiente información como para saber más o menos cuándo regresará. En este contexto el apóstol Pablo escribió a los Tesalonicenses:
"Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón" (1ª. Tes. 5: 4).
Y el Señor Jesús cuando explicaba a sus discípulos acerca de los eventos finales y de la venida del Hijo del hombre, dijo:
"Así también vosotros cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca a las puertas" (Mt. 24:33).
De modo que de acuerdo a la Biblia hay cierta información que nos permite a los cristianos saber que está próximo ese gran acontecimiento.
En este contexto, uno de los asuntos que ha inquietado a algunos, es una declaración de Elena G. White en el sentido de que escuchó el día y la hora de la venida de Jesús. Entonces se preguntan: ¿No que nadie sabe el día ni la hora? ni aún Jesús, ¿Cómo es que ella sí?
Bueno vamos por partes para dar respuesta a esta inquietud. Primero veamos la declaración:
"Pronto oímos la voz de Dios, semejante al ruido de muchas aguas, que nos anunció el día y la hora de la venida de Jesús. Los 144.000 santos vivientes reconocieron y entendieron la voz; pero los malvados se figuraron que era fragor de truenos y de terremoto".(Primeros Escritos, pág. 15).
Esta declaración de Elena G. White fue hecha en el marco de la descripción de su primera visión. La visión en 1844 del Camino angosto, en la que le fue mostrado el camino del pueblo adventista rumbo a la Patria Celestial.
En el momento de mayor crisis para el pueblo de Dios, es que se escuchó el anuncio del día y la hora de la venida de Jesús. Con este anuncio, los santos fueron llenos de gozo y sus rostros iluminados. Entonces se volvieron sus ojos hacia el oriente, donde apareció una pequeña nubecilla negra del tamaño de la mitad de la palma de la mano de un hombre que conforme se iba acercando se tornaba cada vez más blanca y esplendorosa; era la venida de Jesús (PE, p. 15).
Esta declaración (la del día y la hora) vuelve a repetirse en Primeros escritos p. 34 en una visión subsiguiente que tuvo Elena G. White en 1847. También aparece en el mismo libro en la p. 285, en el capítulo titulado: "La liberación de los santos".
El libro El Conflicto de los Siglos también registra esta declaración en el capítulo 41, titulado: "La Liberación del Pueblo de Dios": "Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama eldía y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos. El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo. Sus semblantes se iluminan con la gloria divina y brillan cual brillara el rostro de Moisés cuando bajó del Sinaí…" (El Conflicto de los Siglos, p. 698). Todas éstas, son repetición de la cita original y no nuevas declaraciones.
En muchas ocasiones Elena G. White fue llevada al pasado o al presente por medio de las visiones. Representaciones escénicas visuales permitieron a ella ser testigo de los acontecimientos pasados y futuros. En este caso, por medio de la visión, fue llevada hacia el tiempo del fin, y vio estas cosas como si ella hubiera estado presente en esos difíciles momentos que precederán al advenimiento de Jesús. En esa circunstancia, en medio de la visión, escuchó la voz de Dios que anunciaba el día y la hora de la venida de Jesús; sin embargo, cuando salió de la visión, el asunto le fue borrado de su mente.
El libro: Mensajes Selectos, t. 1 nos presenta parte de una carta que Elena G. White le escribe a una hermana que le hace esta misma pregunta, veamos:
Querida Hermana:
Ud. declara que "algunos pretenden, entre otras cosas, que es desleal suprimir sus escritos anteriores". Los que dicen esas cosas, ¿tendrían la bondad de darme pruebas de sus declaraciones? Sé que esto ha sido repetido con frecuencia, pero no probado. "Pretenden que en los testimonios originales de Ud., tomo 1, que ellos han preservado, Ud. claramente declara que se le mostró el día y la hora de la segunda venida de Cristo. Su argumento es que esa declaración de Ud. no resiste la prueba de la Biblia, pues Cristo mismo declara que nadie sabe ni el día ni la hora, ni aun los ángeles de Dios"... (MS1,p. 85.).
En mi primer libro, Ud. encontrará la única declaración en cuanto al día y la hora de la venida de Cristo que he hecho desde que pasó el tiempo en 1844. Se encuentra en Early Writings, 11, 27 y 145, 146 [p. 15, 34 y 285 de la edición actual, que coincide con Primeros escritos]. Todas se refieren al anunció que será hecho muy poco antes de la segunda venida de Cristo. (1MS 85.2).
Viendo en la página 145 [página 285 de Primeros escritos] y leyendo desde el comienzo del capítulo, Ud. verá que las declaraciones hechas se refieren a la liberación de los santos del tiempo de angustia mediante la voz de Dios. Por favor, consiga este libro, si ya no lo tiene, y lea las declaraciones que hay allí. Son exactamente como fueron impresas en el primer artículo publicado. "El firmamento se abría y cerraba en violenta conmoción". "Las montañas se agitaban como cañas batidas por el viento, arrojando peñascos por todo el derredor. El mar hervía como una caldera y lanzaba piedras a la tierra. Al declarar Dios el día y la hora de la venida de Jesús y conferir el sempiterno pacto a su pueblo, pronunciaba una frase y se detenía mientras las palabras de la frase retumbaban por toda la tierra" (MS1, p. 85.3).
Esta es una porción del párrafo. Las declaraciones de las páginas 11 y 27 [15 y 34 en Primeros escritos] se refieren al mismo tiempo. Contienen todo lo que alguna vez se me haya mostrado en cuanto al tiempo definido de la venida del Señor. No tengo el menor conocimiento en cuanto al tiempo mencionado por la voz de Dios. Oí cuando proclamaba la hora, pero no tuve el recuerdo de esa hora después que salí de la visión. Escenas tan emocionantes y de un interés tan solemne pasaron ante mí, que ningún lenguaje puede describir. Todo fue una realidad viviente para mí, pues directamente relacionada con esta escena apareció la gran nube blanca sobre la cual estaba sentado el Hijo del hombre.—Carta 38, 1888. (MS1, p. 86).
Entonces, su posición es perfectamente acorde con lo que la Biblia dice de que "del día y la hora nadie sabe…" (Mt. 24: 36). Ella dice que Dios pronunció el día y la hora (Dios es el que sabe), pero al salir de la visión, ya no la recordaba. Es evidente que el anuncio fue hecho en el marco de la crisis última, extrema y final por la que pasará el pueblo de Dios y que estaba relacionada con su liberación y con la inminente y cercana venida de nuestro Salvador.
Tratar de fijar fechas, es absurdo. Ella misma escribió en 1851 lo siguiente: "Vez tras vez se me ha amonestado acerca de fijar fechas. Nunca más habrá un mensaje para el pueblo de Dios que se base en el tiempo. No hemos de saber el tiempo definido, ya sea del derramamiento del Espíritu Santo o de la venida de Cristo. (MS1, p. 220). "Vi que algunos estaban siendo objeto de una falsa excitación provocada por predicar fechas…En vez de ir cada día a Dios y desear fervientemente conocer sus deberes actuales, miraban hacia adelante y hacían sus cálculos como si supieran que la obra iba a terminar este otoño, sin preguntar diariamente a Dios cuál es su deber." (MS1, p. 221).
Como la lección de esta semana nos propone, en el mensaje del apóstol Pablo a los Tesalonicenses, dediquemos nuestras energías y tiempo para velar, para prepararnos y acudir al Salvador.