¿Hijos de Dios o esclavos del pecado?

Jose Mercedes Espinosa

sábado 22 de noviembre, 2014

No hay otra alternativa. O aceptamos la adopción para ser hechos hijos de Dios, o permanecemos en la condición que hemos nacido como esclavos del pecado. Como seres humanos hemos nacido en esclavitud, sujetos a las tendencias pecaminosas que heredamos de nuestros padres, las cuales nos arrastran al mal, a la autodestrucción y a la muerte (Rom.6:23). Por eso el apóstol Pablo declara ¡Miserable de mí! ¿Quién le librará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7:24). A lo que él mismo contesta: “Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro” (Rom. 7:25). Gracias a la intervención de Jesús se nos ofrece la alternativa de dejar de ser esclavos y convertirnos en herederos de Dios.

¿Qué privilegios tenemos al ser adoptados hijos de Dios? Señalaré tres privilegios fundamentales que transforman toda nuestra existencia presente y eterna. Consideremos brevemente cada uno de ellos.

En primer lugar somos declarados justos. Al aceptar a Jesús como nuestro salvador, y testificar públicamente de esta aceptación por medio del bautismo recibimos la justicia de Cristo. Gálatas 3:27 declara que todos los que hemos sido bautizados en Cristo, de Cristo estamos revestidos, lo cual indica que nos cubre el manto de su justicia. Dios nos ve como si viera a Jesús mismo, como si nunca hubiéramos pecado. Este privilegio de hijos significa que Jesús nos libra de la condenación del pecado. Somos justificados por la fe.

Otro privilegio que recibimos, al permanecer como hijos de Dios, es la santificación por medio del don del Espíritu Santo. Gálatas 4:6 afirma que por cuanto somos hijos, Dios envío a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo. Como herederos no solo recibimos el apellido del hijo sino también su misma sangre, pues se nos da el Espíritu del hijo. Pero algo más, según dice el apóstol, recibimos su misma mente (1 Cor. 2:16). Como hijos de Dios nos asemejamos a Él!!! Somos transformados a su semejanza para pensar como Él, para vivir como Él. Somos santificados por la fe.

Por último, como tercer privilegio, Pablo señala que tenemos como fin la vida eterna (Rom. 6:22), pues como él mismo agrega “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús señor nuestro” (Rom. 6:23). Por lo tanto. Somos también glorificados por la fe.

Todo el proceso de la salvación es nuestro al aceptar la adopción que Dios nos ofrece en Cristo. Somos justificados, santificados y glorificados. Pablo resume en un solo pasaje estos privilegios: “Más por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 cor. 1:30).

A fin de recibir estos beneficios lo único que tenemos que hacer es (1) aceptar la adopción; (2) no renunciar a los privilegios por considerarnos indignos, y (3) permanecer en nuestra nueva casa paterna, aunque Satanás nos muestre otras que parecieran más atractivas o con más privilegios. Permanezcamos en lealtad al Padre que nos ha adoptado!