EL PROBLEMA DE SANIDAD DE LOS ENFERMOS
Armando Juárez
En el mandato evangélico dado por el Señor, la promesa fue: “Estas señales acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán en nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y cuando beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos recobrarán la salud.” (Énfasis mío). Mar 16:17, 18.
El registro del libro Hechos de los Apóstoles nos narra muchos milagros realizados por los apóstoles en diferentes ocasiones. Un solo ejemplo nos resume todo “Era tal la multitud de hombres y mujeres, que hasta sacaban a los enfermos a las plazas y los ponían en colchonetas y camillas para que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno de ellos. También de los pueblos vecinos a Jerusalén acudían multitudes que llevaban personas enfermas y atormentadas por espíritus malignos, y todas eran sanadas” (Hechos 5:15-16, ver también Hech 14:3; 19:12 NVI). Todos estos milagros confirmaban las palabras del Señor.
¿Qué es lo que pasa hoy? El folleto nos dice que: “A veces, la curación no llega como la queremos. Las personas siguen, aun por años, con enfermedades que debilitan y que, a veces, empeoran. Otros mueren a pesar del ungimiento y la oración. No tenemos respuestas al por qué en algunos casos se produce la curación; y en otros, no.” (El discipulado, lección 5, día miércoles).
Sin embargo, la pregunta sigue en el aire, ¿qué ha pasado, por qué ya no suceden milagros de sanaciones tan espectaculares? ¿Es que no somos discípulos verdaderos, o es que ya Dios no se manifiesta como antes? Esta es una buena pregunta para considerar.
En primer lugar, es evidente que todos los apóstoles pudieron realizar muchos milagros, especialmente el de sanidad a los enfermos como ya se citó anteriormente. ¿Era esto un don dado a todos los creyentes cristianos? Tal parece que no, pues hablando de los dones del Espíritu concedidos a los creyentes cristianos, Pablo menciona este don (1 Cor 12:9), pero dice que el Espíritu “reparte a cada uno en particular como él quiere” (1 Cor 12:11). Más adelante hace una pregunta retórica: “¿Tienen todos dones para sanar enfermos? ¿Hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos?” (1 Cor 12:30), la respuesta es obvia, no todos tienen todos los dones. O sea que Dios repartió dones y entre ellos el don de sanidad, pero no a todos se les impartió dicho don como lo afirma el apóstol en su carta.
Con esto aclaramos que el don de sanidad es un don impartido por el Espíritu a quién él quiere dar en forma particular (1 Cor 12:11). Lo imparte a los médicos para ayuden a sanar a otras personas. También lo imparte a algunos creyentes para que por medio de la oración y la fe, puedan restaurar la salud, así como la fe del creyente.
Tal parece que el don de sanidad Dios lo realizó en casos donde iba a ayudar a la gente a creer el mensaje del Evangelio o donde su nombre iba a ser glorificado (cf. Juan 2:11; 20:30, 31). Pero en casos donde no se requería, Dios actuó de forma diferente. Tal es el caso de Epafrodito de quien Pablo escribe que “estuvo enfermo y al borde de la muerte; pero Dios se compadeció de él, y no sólo de él sino también de mí, para no añadir tristeza a mi tristeza” (Fil 2:25-27). O como es el caso de Trófimo a quien Pablo lo dejó “enfermo en Mileto” (2 Tim 4:20) sin que el apóstol realizase un milagro a favor de él. Así que se puede notar que el Don de sanidad Dios lo ha limitado a momentos donde ayudará a alguna persona a afirmarla en su fe o para la honra y gloria de Dios.
En segundo lugar, tal parece que el don de lenguas así como otros milagros han sido y serán objeto de falsificaciones satánicas con el propósito de engañar a muchos especialmente a los creyentes cristianos. Cristo mismo afirma que en el día final habrá muchos que clamarán haber hecho milagros y no tuvieron ninguna conexión con él (Mat 7:22, 23). También advierte a los apóstoles que una de las señales del fin será que “surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos (Mat 24:24). Para evitar que el don de sanidad sea falsificado, o usado para beneficio de la obra del enemigo, Dios se reservó usarlo solo en momentos cuando vea apropiado. Así como también nos advirtió del peligro de las falsificaciones del don de sanidad.
Hay otras razones que se pudieran añadir a las anteriormente mencionadas, pero por razones de espacio nos limitaremos a lo mencionado.
A pesar de todo, el apóstol Santiago nos anima a que si “¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y si ha pecado, su pecado se le perdonará” (Sant 5:13-15).
En conclusión como dice el autor de la lección: Que aunque la persona no sane y muera, “tenemos algo mejor que una curación milagrosa: la promesa de la resurrección para vida eterna cuando Jesús venga y ‘los santos del Altísimo [...] poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre´ (Dan. 7:18)”.