“En las muchas palabras no falta pecado…” Prov. 10: 19
Juan José Andrade
“En las muchas palabras no falta pecado: Mas el que refrena sus labios es prudente”
(Prov. 10: 19 Versión Reina Valera). La versión Dios habla hoy dice: “El que mucho habla, mucho yerra; callar a tiempo es de sabios”.
Salomón, el hombre reconocido como el más sabio sobre esta tierra expresó estas palabras. Evidentemente mantener una vida libre de faltas en la comunicación oral, escrita y en nuestras expresiones corporales es un asunto verdaderamente complicado. El hablar con prudencia y de manera educada no se nos da a todos de manera natural; lo más común es equivocarnos y pasar por experiencias vergonzosas por no tener cuidado con lo que decimos y cómo lo decimos. Expresiones como: “No fue eso lo que quise decir” o “Me mal interpretaron” son comunes en el diario vivir y en problemas de relaciones interpersonales. Cuántas amistades se han roto por no tener cuidado de cómo expresar adecuadamente nuestras palabras, cuántas tragedias incluso se han suscitado como consecuencia de una palabra mal dicha. Una vez que las palabras salen de nuestra boca no hay forma de hacerlas volver; tendrán un efecto positivo o negativo en los demás de acuerdo a cómo hayan sido dichas.
El apóstol Santiago en su carta pastoral (Stgo. 3: 1- 12) hace alusión a este problema que es común en muchos círculos sociales e incluso en la experiencia de algunos miembros de nuestras iglesias. Por eso llega a decir que “Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto” (3:2).
Todos estamos expuestos a este problema, unos más otros menos, pero todos podemos cada día mejorar en este sentido. Por su puesto, las personas que más hablan, están expuestas a equivocarse más, a fallar en sus palabras y en la forma de expresarse. Se dice que las mujeres hablan más que los hombres en promedio. Según un artículo del 23 de marzo de 2009, del Universal, las mujeres hablan en promedio 20,000 palabras al día, tres veces más de lo que lo hacen los hombres que en promedio andan por las 7,000 palabras al día. Hay ciertas profesiones y trabajos que por la naturaleza de su función, requieren que las personas hablen más. Ejemplo: Los locutores, los periodistas, los maestros (as), los pastores, los agentes de ventas, los motivadores, etc. Sin embargo, no es precisamente lo que Salomón nos está tratando de decir. No es el hecho de hablar mucho el problema, sino hablar sin cuidado. Ahí sí, cuando una persona habla mucho sin pensar cuidadosamente sus palabras, entonces está en un alto riesgo de ofender, de equivocarse, de meterse en problemas, de lastimar a otros y de cometer pecado.
El libro de los Proverbios abunda en advertencias y consejos para cada uno de nosotros en cuanto a nuestra forma de hablar. He aquí algunos: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina” (Prov. 12: 18). “golpes de espada” ¡que duro! ¿No? “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor” (Prov. 15:1). Es vedad, cuando mantenemos la calma y con palabras bondadosas y corteses hablamos con la persona airada, poco a poco va cambiando su estado de ánimo. “El corazón del justo piensa para responder; mas la boca de los impíos derrama malas cosas” (Prov. 15:28). “Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Prov. 25:11). ¡Que figura de lenguaje para describir el buen hablar! Especialmente el capítulo 10 es un cúmulo de sabiduría vertida para orientarnos en esto del hablar adecuadamente: “Manantial de vida es la boca del justo; pero violencia cubrirá la boca de los impíos” (Prov. 10:11). “En los labios del prudente se halla sabiduría; mas la vara es para las espaldas del falto de cordura” (Prov. 10:13). “Plata escogida es la lengua del justo; mas el corazón de los impíos es como nada” (Prov. 10:20). Noten, no cualquier plata; que de por sí ya es un metal precioso, pero aquí dice que es como plata escogida, selecta. “Los labios del justo apacientan a muchos; mas los necios mueren por falta de entendimiento” (Prov. 10: 21). Y este último: “Los labios del justo saben hablar lo que agrada; mas la boca de los impíos habla perversidades” (Prov. 10:32).
Comparto tres sencillos consejos que pueden ayudar mucho en el buen hablar: 1) Practiquemos el hábito de no apresurarnos a hablar; hay que esperar de modo que podamos dar tiempo a nuestro cerebro de elegir las mejores palabras y el tono propicio. 2) Tratemos de hablar cosas positivas. Si lo que vamos a decir no edifica, no beneficia a nadie, no contribuye para el bien, mejor no decirlo. ¡Cuán agradable y bueno es estar cerca de una persona cuyas palabras son siempre agradables! 3) Acompañemos nuestras palabras con una expresión agradable y sonriente en el rostro; esto le dará a las palabras un efecto todavía mejor.
Termino diciendo como el apóstol Pablo: “Hermanos (en esto del hablar correctamente) yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado, pero una cosa hago: Olvidando ciertamente lo que queda atrás (mis fallas pasadas) y extendiéndome a lo que está adelante (el propósito de lograrlo) , prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filip. 3: 13, 14).