Andar en el Espíritu
Victor F. Figueroa
En la sociedad contemporánea se respira una sensación de búsqueda por la libertad. Se lucha por ser libre. La juventud clama por su libertad del yugo paterno; por su parte, los pobres buscan la liberación de sus acreedores. Pero la realidad es que no existe la libertad absoluta. Mientras vivamos en este mundo infectado por el mal, el ser humano siempre será esclavo de algo o de alguien. La paradoja bíblica es que al elegir ser esclavos de Dios llegamos a disfrutar de la verdadera libertad bajo la conducción del Espíritu de Dios.
En medio de las circunstancias que nos toca vivir, en Gálatas 5:16-18, el apóstol Pablo exhorta a los creyentes a dejarse guiar por el Espíritu. En este pasaje señala las implicaciones de esta experiencia.
En primer lugar, invita a una vida victoriosa, la cual se alcanza caminando en el Espíritu (Gál. 5:16). La persona que tiene esta experiencia estará donde Dios quiere que esté y no satisfará los deseos de la carne. Pablo usa el imperativo presente "andad", que literalmente significa mantenerse caminando, para referirse a la continua conducción del Espíritu y al permanente estilo de vida del creyente. El apóstol señala que el secreto para vivir una vida victoriosa consiste en dejarse guiar por el Espíritu.
Bajo la influencia del Espíritu Santo, la persona reconoce sus debilidades y flaquezas, vive en armonía con la Palabra de Dios; no satisface los deseos de la carne porque ha crucificado la naturaleza pecaminosa con sus pasiones y sus deseos.
Muchos que sienten la necesidad de andar en el Espíritu, saben que deben hacerlo pero les cuesta tomar la decisión, porque ello implica negarse así mismo, ser crucificado juntamente con Cristo (Gál. 2:20), y a nadie le gusta morir. Con razón afirmaba Calderón de la Barca: "la mejor hazaña es vencerse a sí mismo".
En segundo lugar, el apóstol señala la directa oposición que existe entre Espíritu y carne (Gál. 5:17). Cuando un poder está en control, el otro lucha por retomar el dominio. Mientras el ser humano viva en este mundo de pecado, este conflicto interno entre los deseos de la carne que luchan por aflorar y la presencia del Espíritu en el corazón nunca acabará. Pablo testifica que él no es ajeno a este conflicto interno, pues él mismo describe su lucha personal en Romanos 7:15-25.
Pablo afirma que estos dos aspectos antagónicos (Espíritu y carne) no son iguales. El Espíritu es infinitamente más poderoso que los deseos de la carne, y el apóstol señala que podemos ganar la victoria si nos rendimos al poder del Espíritu Santo. Por nuestras propias fuerzas es imposible ser vencedores.
Los hermanos de Galacia habían pervertido el cristianismo. Ellos estaban siguiendo la ley judía, al tiempo que reconocían a Cristo como su Señor. No tenían una libertad real, pues estaban sujetos a una ley ceremonial que había caducado con la muerte de Cristo. Ante el vigoroso debate sobre la relación entre la ley y la gracia, donde la circuncisión de los creyentes gentiles era una pregunta principal, Pablo enseña que el cristianismo genuino no busca una transformación del ser mediante la obediencia legalista de ciertas normas. Las reglas, por buenas que sean, son impotentes para transformar el corazón humano rebelde. Solo la presencia del Espíritu Santo puede producir tal transformación, el nuevo nacimiento. En consecuencia, el apóstol afirma:"Si sois guiados por el Espíritu, no estás bajo la ley" (Gál 5:18).
Una vida piadosa no se rige por las reglas de la ley, sino que se la experimenta bajo la conducción del Espíritu. La mera formalidad externa de obediencia es puro fariseísmo (legalismo moderno). Es importante recordar que así como la justificación no es posible mediante las obras, así la santificación no puede ser alcanzada por el esfuerzo humano.
CONCLUSIÓN
Pablo exhorta a los Gálatas a continuar experimentando la presencia del Espíritu en su vida (cf. Gál. 3:3-5) y sigan viviendo una vida de fe (cf. Gál. 5:5). Adjunto a la exhortación existe la promesa para quienes sean guiados por el Espíritu, no gratificarán los deseos de la carne. El apóstol proclama que la vida en el Espíritu niega la vida controlada por la carne.[1]
El legalismo proponía dos caminos: (1) estricta obediencia a la Torah y (2) la satisfacción de los impulsos de la carne. Claramente Pablo propone un tercer estilo de vida, totalmente diferente y superior, una vida de libertad de estatutos, una vida de fe y amor.[2]
El pecado es apetecible porque eso es lo que la naturaleza carnal busca y desea. Las cosas del Espíritu no saben bien para la carne, pero cuando el Espíritu transforma la vida del creyente, los apetitos de la carne se vuelven repulsivos. Pues todo el que es guiado por el Espíritu tiene el deseo de oír y obedecer la Palabra de Dios. El amor de Cristo motiva sus acciones y el poder de Cristo le ayuda a controlar sus deseos egoístas.