El sentir de Cristo Jesús
Miguel Patiño
Al concluir mis estudios de teología, salí con la firme determinación de compartir el amor de Jesús con el conocimiento y las estrategias aprendidas en el seminario por mis profesores, el entusiasmo juvenil me sobrecogía y con arrojo emprendí la firme determinación de hablar del amor de Dios a quien tuviera oportunidad.
Apenas un par de semanas después, conocí a un hermano que me invitó a acompañarlo a dar estudios bíblicos; con gusto accedí, sin imaginar el día que me esperaba. Tan pronto amaneció subí a su camioneta y emprendimos el camino al primero estudio bíblico, al segundo, al tercero… y así sucesivamente, tan solo hubo veinte minutos para tomar un bocado al medio día y continuar hasta ocultarse el sol. Habíamos impartido mas de 13 estudios bíblicos y con lamento en su rostro el hermano me dijo: "Pastor, hoy no alcanzamos a ver a todos los estudios que teníamos programados", cuando le pregunté cuántos estudios bíblicos daba por semana, me contesto: "Tengo 60 estudios y me siento feliz de trabajar por mi Señor".
Esta semana estamos estudiando los motivos que nos llevan a compartir el evangelio con el prójimo, lo cual nos transporta a una dimensión que no puede ser medida o evaluada por el lente humano, la Sagrada Escritura lo expresa de la siguiente manera: "Engañoso es el corazón mas que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" (Jer. 17:9, Versión Reina Valera 2010)
Cuestionar los motivos que impulsan a una persona a hablar del amor de Dios, es introducirse en el terreno del juicio, ya que los verdaderos motivos solo pueden ser conocidos por el cielo; mas peligroso aun es el auto engaño, ya que una persona puede llegar al punto de tratar de auto convencerse que sus motivos son "puros y santos", aun cuando no lo sean.
La única salvaguarda es pedir al Señor que coloque en nosotros "el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús…" (Filipenses 2:5), quien para atraer a todos a sí mismo (Juan 12:32), lo cual es el verdadero evangelio (las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús), se negó a sí mismo.
El verdadero misionero se caracteriza por un renunciamiento personal, un despojo del yo que lleva a una sumisión a Dios, así como a un espíritu de servicio al prójimo, de empatía con el extraviado, que tiene como prioridad suprema la salvación de las almas.
Los motivos del hermano misionero y sus 60 estudios bíblicos, no pueden ser juzgados por el ojo humano, pero el celo en la predicación, la pasión por compartir las buenas nuevas y la compasión por los perdidos, se convirtieron en un testimonio imborrable en mi mente y en una lección del mas alto valor: el conocimiento que se requiere para hablar del amor de Dios, es el conocimiento experiencial producto de una comunión viva con Jesús, nuestro verdadero motor en la testificación.