"Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:10).

CUIDADO CON LA TENTACIÓN

lunes 19 diciembre, 2011

"Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre" (2 Samuel 12:7 ).

La seriedad de las palabras de Pablo en Gálatas 6:1 –de cuidar que no seamos igualmente tentados– no debería ser pasada por alto. Se puede ver un sentido de urgencia y una preocupación personal, por la forma en que Pablo hace esta apelación. La palabra "considérate" (RVR) o "cuídese" (NVI) significa "mirar con cuidado algo", o "prestar cuidadosa atención a algo" (comparar con Romanos 16:17; Filipenses 2:4 ). Lo que Pablo quería decir era: "Mantengan un ojo atento sobre ustedes mismos", para que el pecado no los tome por sorpresa. Para subrayar esta advertencia, Pablo pasa de la segunda persona del plural (vosotros) a la segunda persona del singular (tú) en la última parte del versículo. Esto no es una advertencia que se aplica a toda la congregación; es una amonestación individual a cada persona dentro de la iglesia.

Pablo no identifica explícitamente la naturaleza de la tentación contra la que advierte tan fuertemente a los gálatas. Tal vez no recordaba ninguna equivocación específica, sino sencillamente se refería al peligro de cometer el mismo pecado del cual trataban de restaurar a otro. Sus palabras en Gálatas 5:26 contra ser "vanagloriosos" sugieren que estaba advirtiéndoles contra el hecho de que no se sintieran espiritualmente superiores a los que estaban restaurando.

¿Por qué Pablo advierte a los gálatas contra el orgullo espiritual? Considera 1 Corintios 10:12; Mateo 26:34; y 2 Samuel 12:1-7 .

Uno de los mayores peligros del cristiano es sentir orgullo espiritual, lo que nos hace pensar que estamos inmunes a cometer ciertos tipos de pecado. El hecho solemne es que todos tenemos una naturaleza pecaminosa, que se opone a Dios. De este modo, sin el poder contenedor del Espíritu de Dios, podríamos ceder prácticamete a cualquier pecado, si las circunstancias fueran apropiadas. Tal percepción de nuestra verdadera identidad aparte de Cristo puede impedirnos caer en el pecado de la justicia propia, y puede darnos una mayor simpatía por otros que cometen errores.

¿Cuántas veces has condenado a otros (tal vez solamente en tu corazón) por pecados de los que, alguna vez, fuiste culpable tú mismo?

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