"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

LA PROVISIÓN DE DIOS: Segunda parte

martes 23 octubre, 2012

A lo largo de toda la historia de la salvación, comenzando con la primera promesa evangélica (Génesis 3:15), y pasando por el primer sistema de sacrificios (Génesis 4:4), el pacto con Abram (Génesis 12:1-3) y, luego, el servicio del Santuario israelita (Éxodo 25:8), todo señalaba y culminaba en la vida, muerte, resurrección y ministerio celestial de Jesucristo, la provisión máxima de Dios para resolver el problema del pecado.

Tal vez podamos comprender mejor la seriedad del problema del pecado solamente cuando captemos lo que se requirió (la cruz) para que quedara resuelto. La cruz sola demuestra la total imposibilidad de que la humanidad resolviera el problema del pecado por sí misma. Una situación extrema requirió una solución extrema, y la muerte de Cristo, Dios llevando en sí mismo nuestros pecados, es una medida tan extrema como podamos imaginar.

La muerte de Cristo como sacrificio se presenta en la Escritura como una expiación por el pecado, es decir, el medio por el cual se afronta definitivamente el problema del pecado en todas sus manifestaciones. ¿De qué modo la muerte de Cristo provee la salvación del hombre? Explora esta pregunta desde las siguientes perspectivas:

1. Justificación / Reconciliación (estar bien con Dios): ver Lucas 18:9-14; Isaías 53:4-7; Romanos 3:19-24, 28; Zacarías 3:1-4.

2. Santificación / Regeneración (vivir bien ante Dios): ver 1 Corintios 6:8-11; Romanos 6:1-8.

3. Glorificación (seguridad de la resurrección a vida eterna): ver Juan 5:24, 25; 1 Juan 5:9-13; 1 Tesalonicenses 4:16, 17.

Medita en el hecho de que el pecado es tan malo que demandó la cruz para salvarnos de los resultados finales, la muerte eterna. ¿Cómo puede ayudarnos a no pecar, el mantener la cruz siempre ante nosotros?

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