“Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).

EL PECADO Y LA MUERTE

lunes 18 marzo, 2013

En Génesis 3:19 se le dijo a Adán que, cuando muriera, volvería al polvo de donde había sido tomado. Lo mismo nos ocurre a nosotros. Nota: no volvemos a ser monos, porque no fuimos hechos a partir de monos. Fuimos hechos del polvo, y es a ese polvo al que volvemos en la muerte.

Lee Génesis 2:7, Salmos 104:29, 30, Juan 1:4, y Hechos 17:24, 25. ¿Cuál es la importancia de estos textos para nosotros? ¿De qué forma debería impactar esta verdad en el modo en que vivimos?

La vida es un fenómeno maravilloso. Todos estamos familiarizados con la vida, pero todavía hay algo misterioso acerca de ella. Podemos despedazar un organismo viviente, pero al fin no encontramos nada más que diversas clases de átomos y moléculas. Podemos colocar estas en un recipiente y calentarlo, o pasar por él corriente eléctrica, o hacer muchos otros experimentos, pero no lograremos que viva otra vez. No hay un ente llamado “vida” que exista dentro de un cuerpo viviente o una célula viviente. La vida es una propiedad del sistema viviente entero, no una entidad que pude ser separada de las células.

Por otro lado, sabemos mucho acerca de cómo producir la muerte. Hemos diseñado muchas maneras de matar las cosas vivientes. Algunos de estos métodos revelan con asombroso detalle la violencia y la crueldad de nuestros corazones pecaminosos. Sí, podemos producir la muerte, pero la creación de la vida está más allá de nuestro alcance. Solo Dios tiene la capacidad de crear organismos vivientes. Los científicos han tratado de crear vida, pensando que si pudieran hacerlo tendrían una excusa para no creer en Dios. Hasta ahora, todos esos esfuerzos han fallado.

Lee Isaías 59:2. ¿Cómo afecta el pecado nuestra relación con el Dador de la vida?

Si la vida solo viene de Dios entonces, al separarnos de él, nos separamos de la fuente de la vida. El resultado inevitable de la separación de Dios es la muerte. Aun si uno viviera 969 años, como Matusalén, la historia termina todavía con un “y murió”. El pecado, por su propia naturaleza, causa la separación de la vida, y el resultado es la muerte.

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