“Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).

CUANDO AÚN ÉRAMOS PECADORES...

martes 19 marzo, 2013

En toda la Biblia encontramos que la respuesta de Dios a la pecaminosidad humana es redentora por naturaleza, y está motivada por amor genuino y abnegado. Él habría estado plenamente justificado si hubiese entregado a Adán y a Eva al poder destructivo de Satanás; después de todo, ellos habían hecho su elección. Pero Dios sabía que Adán y Eva no entendían el significado completo de lo que habían hecho, y decidió darles una oportunidad para llegar a estar mejor informados y ser capaces de elegir de nuevo.

Lee Romanos 5:6-11. ¿De qué manera estos versículos nos ayudan a comprender de qué trata la gracia de Dios?

Cuando nos hacen algún mal, nos gusta recibir una disculpa antes de aceptar tener con el ofensor de nuevo una buena relación. Por supuesto, una disculpa es adecuada en tales circunstancias. La curación completa de una relación dañada incluye una expresión de tristeza y la aceptación de la responsabilidad por el mal hecho. Sin embargo, Dios no esperó que le pidiéramos perdón; él tomó la iniciativa. Mientras aún éramos pecadores, él se dio a sí mismo para morir en lugar de nosotros. Esta es una maravillosa demostración del amor divino.

¿Cómo se compara nuestra conducta con la de Dios? ¿Cuán a menudo, cuando nos ofenden, nos enojamos y procuramos vengarnos en vez de buscar una restauración? Deberíamos estar eternamente agradecidos de que Dios no nos trata de ese modo.

El trato que Dios da a los pecadores muestra el verdadero significado del amor. No es un mero sentimiento sino una conducta basada en principios, que lleva a hacer todos los esfuerzo posibles para reconciliar al ofensor con el ofendido y restaurar la relación. El trato que Dios dio a Adán y a Eva es una ilustración del modo en que Dios se relaciona con nuestro pecado.

“Las escenas del calvario despiertan la más profunda emoción. Tendrás disculpa si manifiestas entusiasmo por este tema. Que Cristo, tan excelso e inocente, hubiese de sufrir una muerte tan dolorosa y soportar el peso de los pecados del mundo es algo que nuestros pensamientos e imaginaciones no podrán nunca comprender plenamente” (JT 1:229). Tal vez no podemos llegar a entender este amor, ¿pero por qué es tan importante que tratemos de hacerlo?

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