“Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).

EL SUSTITUTO PORTADOR DEL PECADO

miércoles 20 marzo, 2013

“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gálatas 3:13 ). Medita en las asombrosas implicaciones de este texto, recordando la deidad de Cristo. ¿Qué nos dice esto acerca de lo que Dios estuvo dispuesto a hacer a fin de salvarnos? Más todavía, ¿qué nos dice esto acerca de cuán trágico es para cualquiera no aceptar la provisión que Cristo hizo en nuestro favor?

Al cargar la culpa de nuestros pecados sobre sí, y al morir separado de Dios, Jesús cumplió la promesa hecha originalmente en el Jardín del Edén, de que la Simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente. Su sacrificio reconcilió a Dios con la familia humana, y finalmente resultará en la eliminación definitiva del mal en el universo (Hebreos 2:14; Apocalipsis 20:14 ).

Recordando Gálatas 3:13, lee Mateo 27:46. ¿Qué revelan las palabras de Jesús acerca de lo que tuvo que pasar en la cruz?

En la cruz, Cristo aceptó en nuestro lugar la maldición del pecado. Esto cambió su situación ante el Padre. El cordero del sacrificio, cuando era llevado al altar, llegó a ser un sustituto de la muerte del pecador. Del mismo modo, cuando Cristo fue a la cruz, su situación ante el Padre cambió. Separado de la presencia del Padre, sintió la maldición que nuestro pecado había causado. En otras palabras, Jesús, que había sido Uno con el Padre desde la eternidad, experimentó una separación del Padre, en lo que Elena de White llamó “la separación de los poderes divinos” (Manuscrito 93, 1899). Por difícil que sea comprender exactamente lo que estaba sucediendo, podemos saber lo suficiente como para darnos cuenta que se pagó un precio asombroso para redimirnos.

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