“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”

Juan 3:14 y 15

Arrepentirse

lunes 28 julio, 2014

El reconocimiento de nuestros pecados no es suficiente para nuestra salvación, a menos que esté acompañado por el arrepentimiento. Bíblicamente, arrepentirse incluye tres aspectos: reconocer que hemos pecado, sentir tristeza por haberlo hecho y desear sinceramente no pecar más. Si falta uno, no hay verdadero arrepentimiento. Por ejemplo, Judas admitió su pecado pero no lamentaba haber traicionado al Maestro (Mat. 27:3, 4). Estaba abrumado por el remordimiento, no por el arrepentimiento. Su confesión surgió por temor a las consecuencias, no por amor a Cristo.

Tan importante es el arrepentimiento que Juan el Bautista y Jesús comenzaron su ministerio predicando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mat. 3:2; 4:17). Posteriormente, en su primer viaje misionero, los discípulos “predicaban que los hombres se arrepintiesen” (Mar. 6:12). Después de Pentecostés, Pedro exhortó a la multitud a arrepentirse (Hech. 2:38; 3:19).

Considera las fuertes palabras que usó Jesús para enfatizar la necesidad universal de arrepentirse a fin de ser salvo. ¿Qué mensaje nos está dando? Luc. 13:1 al 5.

Jesús afirmó la pecaminosidad de todos los seres humanos. Por lo tanto, instó a sus oyentes: “Si no os arrepentís, todos pereceréis” (vers. 5). Sin arrepentimiento es imposible la redención, pues su ausencia muestra que la persona rehúsa rendirse al Señor.

Pablo afirma que la benignidad de Dios nos guía al arrepentimiento (Rom. 2:4). ¿Qué significa eso? Podríamos partir un bloque de hielo en pequeños trozos, pero esos fragmentos todavía serán hielo. O podríamos colocar el mismo bloque de hielo cerca de un calefactor, y se derretirá completamente. Así también, el hielo de nuestro orgullo puede ser derretido únicamente si nos exponemos al calor de la bondad y del amor de Dios. Por eso, es crucial que nos detengamos tanto como sea posible en todas las evidencias que se nos han dado del amor de Dios por nosotros.

“No nos arrepentimos para que Dios nos ame, sino que él nos revela su amor para que nos arrepintamos”

PVGM, p. 148

¿Cuáles son las evidencias del amor de Dios? ¿Qué has visto, experimentado y aprendido que te da poderosas razones para confiar en su bondad? ¿Por qué es tan importante recordar siempre esas razones, especialmente en circunstancias difíciles?

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