“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”

Juan 3:14 y 15

EL VESTIDO DE BODA

miércoles 30 julio, 2014

Jesús dijo a la multitud algo que la debió de haber sorprendido y desanimado: “Si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 5:20). Difícilmente podría haber alguien más escrupuloso en la observancia de la Ley que los fariseos. No obstante, ellos fracasaron porque su conducta tenía el propósito de impresionar a los hombres más que agradar a Dios. Jesús nos advierte que no hagamos eso (Mat. 6:1).

Entonces, ¿de qué modo podemos ser justos ante Dios? La parábola de la f iesta de bodas nos muestra dónde está la fuente de la verdadera justicia.

Lee Mateo 22:2 al 14. ¿Por qué el rey quería estar seguro de que cada invitado estuviera vestido de boda para la fiesta? ¿Qué representa ese vestido? Isa. 61:10; Zac. 3:1 al 5.

El rey había provisto gratuitamente los vestidos de boda. Los que estaban allí habían sido invitados mientras viajaban por los caminos y, probablemente, no tenían un atuendo apropiado para la fiesta ni el dinero para comprarlo. Tanto la invitación como el vestido eran regalos del rey. Lo único que se requería para asistir a la boda era aceptar ambos regalos.

Desde la caída en el Edén, todo ser humano está desnudo espiritualmente. Adán y Eva se sintieron desnudos después de desobedecer e intentaron cubrirse cosiendo hojas de higuera, algo totalmente incómodo e ineficiente (Gén. 3:7). La justicia humana es “como trapo de inmundicia” (Isa. 64:6).

Al igual que en esta parábola, Dios provee el vestido que necesitamos. Él hizo túnicas de pieles para Adán y Eva, y los vistió (Gén. 3:21): un símbolo de su justicia cubriendo al pecador. También provee el manto de la justicia de Cristo para su iglesia, de tal manera que pueda estar vestida “de lino fino, limpio y resplandeciente” (Apoc. 19:8), sin “mancha ni arruga ni cosa semejante” (Efe. 5:27). Este manto

“es la justicia de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a todos los que lo reciben como Salvador personal”

PVGM, p. 252

¿Por qué debemos entender que nuestra salvación solamente es posible si estamos cubiertos con la justicia que Cristo nos da como un regalo? ¿Por qué necesitamos recordar esto siempre?

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