“Uno solo es el dador de la Ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?

Santiago 4:12

SABER, Y HACER LO BUENO

jueves 27 noviembre, 2014

Lee Santiago 4:15 al 17 en el contexto de los versículos anteriores a estos. ¿Qué punto vital se presenta aquí?

Santiago trata aquí sobre la actitud de dependencia propia. En realidad, él llama a esta actitud “soberbia”; y a las palabras, “jactancia”, y dice que es “mala”. En esto reside la importancia de una actitud correcta para el cristiano.

Lee el versículo 17. La Biblia define el pecado de dos maneras: 1) hacer lo malo; 2) no hacer lo bueno. La primera definición la da Juan: “El pecado es infracción de la Ley” (1 Juan 3:4). Muchas versiones modernas la traducen como “el pecado es ilegalidad”, pero la palabra griega anomía se refiere a violaciones específicas de la ley en vez de una conducta habitual sin leyes (ver su uso en Rom. 4:7; Tito 2:14; Heb. 10:17). La segunda definición se da en Santiago 4:17: “Al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Por eso, debemos ir más allá de solo resistir la tentación de no hacer lo malo. Se nos llama a ser “hijos de la luz” (Efe. 5:8), y que “así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16; la cursiva fue añadida por el autor).

Sin embargo, uno pude desanimarse fácilmente porque, después de todo, ¿quién hace constantemente todo el bien que puede hacer? Pero ese no es el problema. Aun la vida de Jesús no fue una actividad incesante. Hubo momentos en que se retiró para orar o sencillamente descansar (Luc. 5:16; Mar. 6:31). Pero, más importante, él buscó la voluntad de Dios en todo lo que hacía (Juan 5:30). Jesús hasta comparó hacer la voluntad de Dios con comer: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Así como hay límites en lo que podemos comer de una vez, también hay límites en cuanto a lo que podemos hacer. Por eso Jesús dice que algunos siembran mientras otros cosechan, pero ambos se gozan juntamente (vers. 36-38). Al trabajar para el Señor, debemos animarnos a hacer más y a orar por una mayor disposición a ser usados en toda manera posible.

¿De qué modo la oración nos ayuda a morir al yo y mantener una actitud de entrega a la voluntad de Dios? Cualesquiera que sean tus planes, ¿cómo puedes aprender a entregarlos al Señor?

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