«Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4: 20).
¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?
En el relato de Lucas, justo después de que Jesús declaró cuáles son los dos mandamientos más importantes –el amor a Dios y el amor al prójimo–, un intérprete de la ley, «queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”» (Luc. 10: 29). En respuesta a esto, Jesús contó la ya familiar, pero entonces impactante, parábola del buen samaritano.
Lee la parábola del buen samaritano en Lucas 10: 25 al 37. ¿Qué dice este pasaje a la luz del clamor de los profetas en favor de la misericordia y la justicia, y de los tipos de injusticias que diferentes grupos de personas han infligido a su prójimo a lo largo de la historia?
Jesús no se limitó a hablar de justicia, sino que vino a traerla. Él fue y será el cumplimiento del llamado y el anhelo profético de justicia (ver Luc. 4: 16-21 a la luz de Isa. 61: 1, 2). Él es el Deseado de todas las naciones, especialmente de quienes reconocen su necesidad de liberación.
En contraste directo con el Enemigo, que se aferraba al poder y trataba de usurpar el Trono de Dios, Jesús «se humilló a sí mismo» y se identificó con quienes estaban bajo el pecado (sin ceder al pecado), la injusticia y la opresión, y derrotó al Enemigo entregándose por amor para establecer la justicia como aquel que es justo y el que justifica a todos los que creen. ¿Cómo podemos afirmar que nos preocupa la Ley por la que Cristo murió si no nos preocupa lo que Cristo llama «lo más importante de la Ley»?
Salmo 9: 8 y 9 proclama: «Él juzgará al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia». Asimismo, Salmo 146: 7 al 9 añade que Dios es el «que hace justicia a los agraviados, que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; al huérfano y a la viuda sostiene, y el camino de los impíos trastorna».
¿Podría la Palabra de Dios ser aún más clara acerca de cómo debemos ayudar a los necesitados y sufrientes que nos rodean?
¿Qué podemos aprender de la vida y el ministerio de Jesús acerca de cómo ayudar a los necesitados? Aunque no podamos hacer milagros como él, ¿cómo podría nuestra ayuda ser vista como un «milagro» para aquellos que sufren?