«Si alguno dice: “Yo amo a Dios”, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?» (1 Juan 4: 20).
DIOS AMA LA JUSTICIA
Las Escrituras declaran que Dios ama la justicia y odia el mal (por ejemplo, Sal. 33: 5; Isa. 61: 8), lo que despierta en él una justa indignación en favor de toda víctima de la injusticia. A lo largo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, Dios muestra constantemente su amor y cuidado por los oprimidos, al tiempo que expresa su justa ira contra los victimarios y opresores.
Lee Salmo 82. ¿Cómo expresa este salmo la preocupación de Dios por la justicia en este mundo? ¿Qué significa esto para nosotros?
Según muchos comentaristas, este pasaje condena a los gobernantes terrenales responsables de la injusticia en la sociedad y se refiere también al juicio futuro del que Dios hará objeto a los gobernantes celestiales, los «dioses» (es decir, las fuerzas demoníacas) que están detrás de los jueces y los gobernantes terrenales corruptos. En este salmo se pregunta específicamente a los gobernantes: «¿Hasta cuándo ustedes juzgarán con injusticia, y tratarán como inocentes a los impíos?» (Sal. 82: 2, RVC).
Además, se les pide: «¡Defiendan a los pobres y a los huérfanos! ¡Hagan justicia a los afligidos y a los menesterosos! ¡Liberen a los afligidos y a los necesitados! ¡Pónganlos a salvo del poder de los impíos!» (Sal. 82: 3, 4, RVC). Aquí y en otros lugares, los profetas del Antiguo Testamento hacen un claro llamado a la justicia. No se trata de una preocupación secundaria de las Escrituras, sino que ocupa un lugar central en el mensaje de los profetas de todo el Antiguo Testamento y en lo que Jesús dijo durante su ministerio terrenal.
No es ningún secreto lo que Dios desea y exige de quienes pretenden amarlo y obedecerlo. Lo especifica muy claramente en Miqueas 6: 8 (y en pasajes similares en otros lugares): «Hombre, él te ha declarado lo que es bueno, lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios».
Este principio se repite en toda la Escritura. Por ejemplo, Jesús dijo: «En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, si se aman unos a otros» (Juan 13: 35, RVC; compara con 1 Juan 4: 8-16).
¿Cómo serían nuestras familias e iglesias si nos centráramos en Miqueas 6: 8 y lo pusiéramos en práctica? Sea cual fuere el contexto en el que te encuentres, ¿cómo podrías aplicar y manifestar mejor estos principios?