“Porque, ¿qué es más fácil, decir: Los pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? (Mat. 9:5).

“DEJA QUE LOS MUERTOS ENTIERREN A SUS MUERTOS”

jueves 21 abril, 2016

Lee Mateo 8:18 al 22. ¿Qué dice Jesús a estos hombres acerca de lo que significa seguirlo a él?

Primero, en Mateo 8:18 al 22, vemos a dos hombres que se acercan a Jesús con el deseo de ser sus discípulos. Ambos son sinceros y, no obstante, ambos parecen tener algo que los retiene. Entonces Jesús, que conoce todos nuestros pensamientos, va al centro del asunto. Le pregunta al primer hombre si está realmente dispuesto a renunciar a todo −incluyendo su propia cama− para seguirlo. Esto no significa que una persona perderá todas sus posesiones terrenales si sigue a Jesús, pero sí que necesita estar lista para hacer eso.

Jesús luego le pregunta al segundo hombre si está dispuesto a poner a Jesús antes que a su propia familia. A primera vista, sus palabras al segundo hombre parecen muy duras. Todo lo que el hombre quería era ir a enterrar a su padre. ¿Por qué no podía hacer eso primero y luego seguir a Jesús cuando, en la fe judía, se consideraba que un entierro adecuado de los padres era parte de la obediencia al quinto Mandamiento?

Sin embargo, algunos intérpretes alegan que el padre del hombre no estaba muerto todavía, ni a punto de morir; en cambio, el hombre le decía a Jesús, básicamente: Déjame resolver todo lo relacionado con mi familia, y luego te seguiré. Por eso, Jesús respondió del modo en que lo hizo.

Otro llamado al discipulado se encuentra en Mateo 9:9 al 13, el llamado al propio Mateo, un despreciado recolector de impuestos. Jesús conocía que el corazón del hombre estaba abierto a la verdad, como mostró la respuesta de Mateo al llamado. Jesús sabía qué reacción tendría alguien como Mateo, según lo revela el texto. Desde nuestra perspectiva actual, es difícil ver cuántos trastornos sufriría una persona como Mateo al recibir un llamado. Este es otro ejemplo de cuán universal es realmente el llamado del evangelio.

Lee Mateo 9:13. Aunque el contexto es diferente, ¿cómo se aplica aún hoy el principio, incluso cuando sustituimos la idea de un sacrificio animal por el sacrificio de Jesús? Es decir, ¿de qué manera podemos ser cuidadosos e impedir que las creencias o las prácticas religiosas, no importa cuán correctas sean, se interpongan en el camino de lo que realmente le importa a Dios?

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